domingo, enero 09, 2011

Lo único que les pedíamos era mantenerlos con vida

Los resultados de las primeras indagaciones del fiscal Alejandro Peña en el caso del incendio de la Cárcel de San Miguel señalan una realidad inaceptable: los gendarmes no cumplieron con su misión más esencial, custodiar a los reclusos dentro del recinto penitenciario.

Hace tiempo que Gendarmería no está a la altura de la tarea que se les ha encomendado. Es un rumor que todos ocultan y nadie se atreve a mencionar por su nombre. Gendarmería requiere una cirugía mayor, especialmente en el proceso de reclutamiento y formación de su personal.

Muchas de las personas que están ingresando a dicha institución no tienen el perfil psicológico adecuado y, al juzgar por las noticias, tampoco reciben la formación técnica apropiada. Pero más grave aún es la sensación de que tampoco son formados en el ámbito de los criterios mínimos para cumplir con su deber. Ellos, más que nadie, deben evitar confundir una conducta delictual con una que no lo es, no pueden adoptar acciones de riesgo, no pueden cerrar los ojos cuando están de guardia, no pueden ir al almacén de la esquina y comprar un par de tragos para acortar la noche y divertirse, y menos aún pueden servir de nexos con los delincuentes del exterior.

Precisamente porque son pocos y porque la realidad carcelaria chilena está en crisis, nuestros gendarmes deben ser los mejores, bien adiestrados, en lo físico, pero también en lo mental. Conviven día a día con las tentaciones de los propios reclusos que disfrazan de amistad y camaradería sus intensiones para ablandar la vigilancia hasta conseguir la complicidad de sus propios cuidadores. Observan y combaten con los malos tratos, rencillas entre los internos, la tristeza de las familias, indisciplina y, en general, las decadentes estructuras penitenciarias que tampoco ayudan a un mejor desempeño.

Los gendarmes cumplen además con otro deber muy importante: mantener con vida a los reclusos, resguardando con ello, la oportunidad para que algún día puedan rehabilitarse, reinsertarse en la sociedad y regresar junto a sus familias.

Por eso es que la conducta de los gendarmes de San Miguel es tan reprochable. Porque pensaron que el valor humano de las personas que estaban resguardando era tan insignificante que bien podían permitirse comprar unos tragos en el negocio de la esquina.

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