Dos abuelitos de aproximadamente cien años participaron en
A menudo se conversa sobre el sedentarismo con resignación, incluso con prejuicios y subestimación. Resignación, porque pareciera que el tiempo para dedicar al ejercicio siempre fue ayer, “no lo hicimos en su momento y ahora ya es muy tarde”; como si hubiera una fecha de caducidad para mover nuestro cuerpo. Prejuicios, porque se piensa que hacer actividad física es sinónimo de perder el tiempo, reservado sólo para el que tiene dinero o para el que rinde culto a su cuerpo y ha perdido el sentido de su vida. Subestimación, porque si se hiciera un ranking de aquellos hábitos que debiéramos reivindicar en nuestras vidas, es probable que primero aparecería el cambio en nuestra dieta alimenticia, más horas de sueño, más comunicación con los hijos y el aumento de la lectura. Pero a pesar de aquello, cada vez son más los estudios científicos que señalan que el ejercicio físico mejora el bienestar individual y social y reduce la ansiedad y la depresión, lo que inevitablemente permitirá que nuestras relaciones laborales y afectivas con nuestra familia, amigos y compañeros de trabajo sean realmente positivas.
Un hombre de 103 años y una mujer de 94 caminaron animadamente por
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