Al ver la imagen borrosa del profesor amarrado en la silla, tratando de desatarse, rodeado de esos jovencitos, burlándose y brincando a su alrededor como desequilibrados, seguramente pasaron por nuestras mentes los rostros de muchos de nuestros profes. Nadie tiene derecho a violentar gratuitamente a ninguna persona, ni a ocultarse cobardemente tras el perfil de un joven inmaduro, pobre, rico, escolar, adolescente o loco. El profesor está obligado a enseñar sin discriminar y no tiene ningún estatuto administrativo, tratado internacional, ni tribunal especial dónde reclamar y hacer efectiva una sanción contra los que sin razón le insulta y agraden. Por otro lado, niños y jóvenes se escudan tras las políticas públicas mal entendidas y normas que resguardan su identidad y los hacen inimputables.
Este es un tema complejo de tratar. Respecto a los menores agresores podríamos hablar de los problemas de conducta, libertinaje, responsabilidad de los padres, de los medios de comunicación, pérdida de valores, historias de vida, falta de oportunidades, etc. Respecto a lo profesores, podríamos mencionar la problemática remuneracional, condiciones de infraestructura para trabajar, su desmotivación, su oposición al Sistema de Evaluación Docente, su vocación de servicio y la importancia que han desempeñado en la historia de cada uno de nosotros. Podríamos hablar de tantos temas que influyen en la relación profesor-alumno en la actualidad , pero será difícil encontrar uno que justifique un hecho como éste. No importa la generación en que estemos, ni el cambio en los conceptos de libertad, no importa la amplitud del catálogo de derechos universales, ni la condición económica o cuán dura ha sido la vida. No hay razón alguna para burlarse así de un profesor y menos para burlarse con alevosía. Porque al haber subido estas imágenes a Internet bien podría compararse este hecho al delito de robo con violencia, donde el delincuente además de sustraer un objeto ajeno, no contento con ello, atenta físicamente contra la víctima. Solo que en el caso del profesor, lo más probable es que quede sin defensa y el agresor esté sentado en su sala de clases riéndose y planeando su próxima tallita.
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