martes, julio 15, 2008

Responsabilidad compartida


Al recibir el apoyo y la comprensión de sus padres y del Colegio de Profesores, no debiera extrañar la actitud irrespetuosa de la escolar que arrojó un vaso de agua a la Ministra de Educación. No debiera extrañar tampoco los desórdenes y destrozos que los jóvenes dejan cada vez que convocan a una marcha. De una u otra manera sienten el respaldo de sus familias e incluso de los educadores de sus colegios y liceos. Es cierto, no son todos, pero basta que una sola autoridad legitime actos como estos para que los adolescentes se sientan autorizados, protegidos y hasta justificados.

A muchos les habrá pasado que cuando queríamos obtener el permiso para salir a una fiesta, juntarnos en la casa de un amigo o ir más allá de los límites de nuestra población, recurríamos al papá o la mamá, dependiendo de quién era más permisivo en esos aspectos. Una vez que teníamos la venia de uno de ellos, parece que teníamos la valentía de enfrentarnos hasta al mismo diablo. Después del SÍ de nuestro padre o madre, nada importaba, todo estaba permitido, todo era justo y valía la pena. Teníamos el permiso de nuestro referente, del ser perfecto, del que sólo desea lo bueno para mí. ¿Cómo entonces podríamos estar actuando mal?

No tenemos la competencia para vislumbrar la causa social o psicológica que lleva a que algunos padres y autoridades de hoy estén más recurrentes a permitir y apoyar actos de vandalismo, pero sí está claro que detrás de tanta rabia, gritos, intransigencias, intolerancia al diálogo y finalmente la pérdida de compostura expresada en la violencia, generalmente está el SÍ de una persona que es referente para los jóvenes.

Detrás del vaso de agua arrojado a la Ministra de Educación, se esconde también la falta de autoridad de personas que en algún momento de la vida de aquella niña insolente, debieron hablarle con más firmeza acerca del respeto a los mayores y que no siempre se consigue lo que se quiere. Explicarle que en la vida se ganan y se pierden discusiones y que cuando se pierden, siempre habrán métodos pacíficos para hacerse escuchar. Explicarles que durante mucho tiempo, nuestro país sufrió más de la cuenta cuando hicimos de la violencia el pan de cada día.

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