lunes, diciembre 13, 2010

Incendio en la Torre A


Con mucha tristeza observé por televisión el llanto y la desesperación de las madres y esposas de los chilenos privados de libertad que murieron en el incendio de la torre 5 de San Miguel. Muchos de ellos, por delitos que no merecían un castigo como ése. Me imaginaba qué tipo de lugar podríamos crear para mantenerlos por un tiempo entregándoles una buena rehabilitación y las herramientas para una reinserción de verdad.

Me imaginaba un lugar agradable, con buenas piezas, una sala de estar, una buena videoteca, salas de clases y buenos profesionales orientándolos en temas atingente a sus problemática. Me imaginaba un lugar que respetara su dignidad y la de sus familias, quienes pudieran comprobar que a su hijo lo tratan bien, a pesar de sus errores.

Asimismo, estoy convencido que estos lugares deben ser pensandos y construidos por profesionales ajenos al mundo delictual. No pueden haber tenido contacto con las semillas de odiosidad que genera el delito y que se encrusta en la piel y el corazón de las personas inocentes que han sido víctimas o han trabajado en la temática penal. Porque la semilla delictual apaga todo anhelo de justicia y piedad y lo transforma en venganza y odio, borrando todo rastro de respeto hacia el delincuente

Este fin de semana, días después de lamentar la muerte de 81 compatriotas que murieron quemados en la Cárcel, se me rompió en mil pedazos el sueño que con tanto respeto había construido para mis compatriotas internos. Hoy, no me atrevo a compartir el lugar en que desearía que estuviera aquel muchacho que este viernes abrió las puertas de la casa de un amigo y que luego de un rato lo cedó y le robó. La acción de este delincuente no hace más que aumentar el rezago que nuestra sociedad tiene con la población penal y aumenta las posibilidades de que los recursos que Chile maneja actualmente sigan teniendo como prioridad los recién nacidos, los adultos mayores, los profesores, los mineros, los discapacitados, la juventud y del Tata que vive bajo el Río Mapocho.

Hay mentes que no cambiarán, así se destruyan todas las cárceles del mundo y mueran quemados todos los internos.

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