viernes, enero 11, 2013

Una causa de todos



No nos dejemos engañar.  El hecho central sucedido en La Araucanía, específicamente en la localidad de Vilcún, es un delito de connotación terrorista que tuvo como consecuencia la muerte de dos adultos mayores quemados vivos en la noche por un grupo de encapuchados.


Perder la perspectiva de los hechos, atenuando la gravedad de lo sucedido, sólo irá en beneficio de la violencia y el amparo de los antisociales, que trabajan mucho mejor cuando la confusión y la división se apodera de la sociedad.  Por el contrario, si reaccionamos unidos, los dejaremos al descubierto, aislados y sin red de protección.


En este sentido, es importante tener presente que ninguna causa, por noble que sea, sirve para justificar este asesinato.  Enarbolar la bandera mapuche en el caso Luchsinger–Mckay o el de otros tantos horrendos hechos delictivos, lo único que provoca es ofender la historia mapuche y echar por la borda todo el esfuerzo que gran parte de sus integrantes realizan para integrarse con dignidad a nuestra sociedad.


El mensaje que debemos enviar firmemente a los terroristas que han hecho de la Araucanía su centro de operaciones, atacado escuelas, arrasando plantaciones y maquinarias de trabajo e incluso incendiado las casas de varios lonkos, es que la causa mapuche es de todos los chilenos y que en sus manos esta causa se degrada, se confunde y pierde legitimidad.


Por lo anterior, no podemos ser condescendientes con estos delincuentes porque su estrategia es esencialmente egoísta y engañosa.  Hacen  suyas nobles banderas de lucha, infiltrándose en sus organizaciones de base, disfrazados de pseudointelectuales e hipnotizando a muchos de sus integrantes.  Luego, cuando se dan cuenta que el diálogo prende más que la violencia, se desmarcan para cumplir por su propia cuenta el sueño que siempre han tenido y que le da sentido a sus vidas: luchar luchar y luchar.


Pero desde la mirada del desarrollo humano y perspectivas de un mejor bienestar, hay un tema que sí es muy delicado y que debiera ser prioridad en la causa mapuche.  Entre los pobres de Chile, nuestro pueblo mapuche ocupa uno de los primeros lugares.  Esto no lo podemos permitir.  En un país que avanza a pasos agigantados hacia el desarrollo, no es justo que ellos queden atrás.  Para cambiar esta realidad, necesitamos crear las mejores condiciones de diálogo, participación, emprendimiento e inclusión social en toda la zona de La Araucanía, lo que sólo será posible en un plano de seguridad y respeto a la ley.


En este contexto, la reacción firme del Gobierno es proporcional a la urgencia con la que se debe actuar. Es fundamental evitar que La Araucanía se transforme en un bastión impenetrable de vandalismo, lo que irremediablemente actúa como imán de la pobreza, la desconfianza y el subdesarrollo.

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