viernes, agosto 18, 2006

Hombres de Dios con una gran descendencia

Faltaban quince minutos para las cuatro de la tarde cuando crucé las rejas de la Iglesia de San Miguel. La Familia Marianista se reunía como todos los 15 de agosto para celebrar la Asunción de la Virgen María y para renovar las promesas de los laicos consagrados. En la entrada del santuario, pude divisar cuatro sujetos de túnicas blancas que con sonrisa amplia y como buenos patrones de fundo, saludaban a sus invitados. No, no era Gandalf y sus amigos, ni la Liga de la Justicia, tampoco ángeles bajados del cielo; eran los curas marianistas. Los observé por un momento, su risa no podía ocultar el cansancio y el paso de los años, pero era lo suficientemente expresiva como para deducir que estaban contentos. Después de 30 años de trabajo pastoral en Chile, pensé que más de algún chileno debiera representarnos en ese comité de bienvenida. Había sólo uno. Recordé tantos consejos y enseñanzas que había recibido de algunos de ellos. Reflexioné respecto a los cojones para abandonar sus nobles hogares europeos y venir a evangelizar al fin del mundo y ¡ por Dios, me cuestioné si yo podría haber formado parte de ese grupo. Traspasé las puertas del templo. Estaba repleto. Caras conocidas, saludos y abrazos. De pronto pude entender la alegría de los sacerdotes. La Misa estaba a punto de comenzar. La procesión era encabezada por ellos y detrás los seguían 43 laicos dispuestos a asumir un compromiso con Dios y la Virgen. Recién ahí entendí todo. Recién comprendía el motivo de la sonrisa de los curitas. Son tiempos de laicos, más que de religiosos y en este proceso de cambio, los marianistas han realizado un trabajo profundo, a conciencia, perseverante. Trabajo que bien vale una gran sonrisa.

1 comentario:

PEKAS dijo...

mmm Rolando... yo escribí algo parecido..
No es de extrañar que seas un tipo tan observador .
Saludos
Lucila..
sip.. la misma... la de la Notaria.