viernes, noviembre 02, 2012

Una derecha que no queremos




A partir del proceso electoral del 28 de octubre es posible analizar variados temas políticos novedosos y estratégicos con miras a la próxima elección presidencial.  Uno de ellos es la derrota de Cristián Labbé.

La pérdida de Providencia fue electoralmente dolorosa para la Alianza de Gobierno, sin embargo la lejanía del coronel (R) le hará bien a todos, pero especialmente a la centro derecha actual, que por causa de caudillos como Labbé, debe continuar desgastándose en demostrar que no es la misma derecha de los 80 y 90 a la perteneció el derrotado edil.

La centro-derecha ha ido conquistando la confianza de los ciudadanos, ganando legítimamente espacios de decisión e influencia política, que le han permitido demostrar con hechos concretos que puede representar los intereses de una mayoría importante de chilenos y no sólo de un sector privilegiado.

Desde el Congreso, los municipios y actualmente desde el Gobierno,  ha logrado empatizar con un Chile mucho más transversal, tocando las sensibilidades de las personas más necesitadas, las minorías y los trabajadores.  Ha sido un trabajo muy duro, que ha significado reconocerse a partir de su pasado político, aceptar sus errores y con humildad ofrecer a Chile sus mejores capacidades para colaborar en su desarrollo y lograr un país más justo y en paz. 

Lo anterior, se expresó claramente en la elección presidencial del 2000 donde Joaquín Lavín estuvo a pasos de derrotar a Ricardo Lagos y luego en 2005, cuando en primera vuelta la suma de Lavín y Piñera superaron los votos de Bachelet.  Finalmente, la llegada a La Moneda fue un justo premio a un sector que tuvo que llevar por muchos años la pesada mochila de haber colaborado con el Gobierno militar.

Qué duda cabe que la gestión de Cristián Labbé fue de una excelencia como pocas en Latinoamerica.  Sin embargo, en su último año de administración, y especialmente durante su campaña electoral, el alcalde representó todo lo que la derecha de hoy no quiere ser, entrando en el juego que a la izquierda le acomoda y con el que aún sigue sacando réditos: la odiosidad y la eterna lucha entre el Sí y el NO.  Ejemplos concretos de esto fueron el homenaje al brigadier (R) Miguel Krasnoff y el ninguneo a Josefina Errázuriz.

Ya sea producto del cansancio o la edad, Cristián Labbé empezó a perder la paciencia y sucumbió frente a la habilidad de sus adversarios políticos, quienes supieron en todo momento sacarlo de sus cabales, extrayendo los peores rasgos de su carácter, mostrándolo más como un pequeño dictador que como un alcalde con legítima autoridad.

La magnífica gestión de Labbé merecía un final más digno.  Lamentablemente, no fue capaz de contenerse y salió por la puerta chica. El manejo que tuvo Labbé durante su campaña fue deplorable, tanto y tan claro fue esto que bien podríamos sacar de su experiencia el manual de todo lo que un alcalde de derecha no debe hacer.

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