A partir del proceso electoral del 28 de octubre es posible analizar variados
temas políticos novedosos y estratégicos con miras a la próxima elección
presidencial. Uno de ellos es la derrota de Cristián Labbé.
La pérdida de Providencia fue electoralmente dolorosa
para la Alianza de Gobierno, sin embargo la lejanía del coronel (R) le hará
bien a todos, pero especialmente a la centro derecha actual, que por causa de
caudillos como Labbé, debe continuar desgastándose en demostrar que no es la misma
derecha de los 80 y 90 a la perteneció el derrotado edil.
La centro-derecha ha ido conquistando la confianza de
los ciudadanos, ganando legítimamente espacios de decisión e influencia
política, que le han permitido demostrar con hechos concretos que puede
representar los intereses de una mayoría importante de chilenos y no sólo de un
sector privilegiado.
Desde el Congreso, los municipios y actualmente desde
el Gobierno, ha logrado empatizar con un
Chile mucho más transversal, tocando las sensibilidades de las personas más
necesitadas, las minorías y los trabajadores. Ha sido un trabajo
muy duro, que ha significado reconocerse a partir de su pasado político, aceptar
sus errores y con humildad ofrecer a Chile sus mejores capacidades para
colaborar en su desarrollo y lograr un país más justo y en paz.
Lo anterior, se expresó claramente en la elección
presidencial del 2000 donde Joaquín Lavín estuvo a pasos de derrotar a Ricardo
Lagos y luego en 2005, cuando en primera vuelta la suma de Lavín y Piñera
superaron los votos de Bachelet. Finalmente,
la llegada a La Moneda fue un justo premio a un sector que tuvo que llevar por
muchos años la pesada mochila de haber colaborado con el Gobierno militar.
Qué duda cabe que la gestión de Cristián Labbé fue de
una excelencia como pocas en Latinoamerica. Sin embargo, en su último año
de administración, y especialmente durante su campaña electoral, el alcalde
representó todo lo que la derecha de hoy no quiere ser, entrando en el juego que a la izquierda le
acomoda y con el que aún sigue sacando réditos: la odiosidad y la eterna lucha
entre el Sí y el NO. Ejemplos concretos
de esto fueron el homenaje al brigadier (R) Miguel Krasnoff y el ninguneo a
Josefina Errázuriz.
Ya sea producto del cansancio o la edad, Cristián
Labbé empezó a perder la paciencia y sucumbió frente a la habilidad de sus adversarios políticos, quienes supieron en todo momento sacarlo de sus cabales, extrayendo los peores rasgos de su carácter, mostrándolo más como
un pequeño dictador que como un alcalde
con legítima autoridad.
La magnífica gestión de Labbé merecía un final más
digno. Lamentablemente, no fue capaz de contenerse y salió por la
puerta chica. El manejo que tuvo Labbé durante su campaña fue deplorable,
tanto y tan claro fue esto que bien podríamos sacar de su experiencia el manual
de todo lo que un alcalde de derecha no debe hacer.
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