martes, agosto 19, 2008

Carta a Michelle Bachelet

Estimada Presidenta:

Con mucho orgullo y emoción he presenciado su infinita capacidad de ponerse en el lugar del prójimo y, a partir de ahí, ir construyendo una nación más unida y en paz. La observé el 21 de mayo en Valparaíso cantar “Los Viejos Estandartes” acompañando el paso del Ejército en el desfile. La vi también en la Misa Fúnebre para el General Bernales citando las Bienaventuranzas y reconociendo en aquellos pasajes del Evangelio una Verdad tranquilizadora para momentos tan difíciles como la muerte. Asimismo, la observé en el juramento a la bandera de este año entonando un canto marcial junto a los jóvenes soldados en el Regimiento Maipo. Finalmente, tuve la oportunidad de verla en la Fiesta de la Tirana, compartiendo con cientos de fieles católicos que cantaban y bailaban para homenajear a la Virgen María.

Presidenta, tengo el honor de trabajar para su Gobierno y me he dado cuenta que gobernar para 16 millones de habitantes tan diversos es una misión compleja, agotadora y muchas veces ingrata. Sin embargo, usted ha hecho realidad el tan conocido slogan de “ser el presidente de todos los chilenos”. Usted ha sido capaz de entonar un himno militar, habiendo perdido a su padre por culpa del mundo castrense, usted ha escrito en su discurso palabras de Jesús, siendo una mujer agnóstica. Ha acompañado y disfrutado de una fiesta religiosa popular donde se venera a una Mujer Santa, a la que usted seguramente respeta, pero no rinde honores.

A través del artículo del señor Alfredo Joignant, panelista del programa Estado Nacional y director ejecutivo de Expansiva, publicado en La Tercera del día 5 de agosto de 2008, me enteré que se estaría evaluando la asistencia de la Presidenta a la inauguración del memorial del senador asesinado Jaime Guzmán. Mientras leía el texto de dicho artículo me di cuenta por qué gente como Joignant no podrá nunca ser Presidente y sí una mujer como usted. De concretarse su asistencia Presidenta, el citado panelista describe un holocausto político para la Concertación y el mundo de izquierda, un derrumbe de la figura presidencial y lo que usted simboliza para tantos chilenos. De su relato se desprende rabia, rencor, división, remembranzas de un pasado que Chile quiere superar, imposibilidad de perdonar, de encontrar parte de la verdad en la realidad vivida por otros, de pensar Chile como un todo y no partido en dos. Se desprende también el deseo siniestro de encontrar en la eterna contienda política la energía misma de una sociedad, se huele el subjetivismo de un intelectual de primera línea sumergido en la oscuridad de ideologías marchitas que alimentan su lindo discurso mediático. Pero lo que es más grave y doloroso para un personaje que puede llegar a tener tanta influencia como él, es que posee la habilidad artística de recrear en la inauguración del memorial de un ex senador de la república asesinado, un acto de homenaje al mismo diablo, donde cada persona que asista será cuestionada moral y políticamente.

Estimada Presidenta, humildemente quiero decirle una cosa. No tenga miedo. No se deje amedrentar por personas como don Alfredo Joignant. Estoy seguro que a su alrededor habrán muchos como él, que tratarán de convencerla para que no asista, que le dirán que el senador fue un personaje siniestro, que sus partidarios son conservadores herederos de las peores prácticas dictatoriales. Le dirán también que está en juego una elección presidencial y que un hecho como ése podría llevar su propio liderazgo a un poso sin fondo. Presidenta, con la misma valentía con que ha cantado un himno militar, ha participado de fiestas religiosas y a citado palabras del Evangelio, con esa misma fuerza, le pido que asista, precisamente por ser usted nuestra Presidenta y no un simple asesor o estratega político que día a día saca cuentas de los votos que se pierden o ganan.

Yo sé que usted tiene una percepción especial. Sé también que conoce mejor que sus asesores lo que realmente esperan los chilenos a partir del Bicentenario y de sus futuros líderes. Estoy seguro que su contacto con la gente la ha permeado del deseo sincero de tantos chilenos y chilenas, losmás sencillos, aquellos que no conocen mucho de historia ni de ideologías, teorías políticas ni juegos de poder. Lo sé y lo veo en muchas de sus apariciones públicas.

Presidenta, no sea líder para los retrógados y sentimentales del pasado. Para ellos ya pasó su tiempo y se siguen mirando el ombligo. Sea líder para todos aquellos jóvenes que aún no están inscritos, los que están conociendo recién la historia de nuestro país, aquellos que quieren crecer en un país reconciliado, que están esperando a un político sincero, de corazón, respetuoso, abierto al diálogo, capaz de dar la mano a su contrincante y hasta compartir sus sueños, alegrías, cantos y homenajes. Para el señor Alfredo Joignant, esto sería atentar contra la naturaleza misma de la historia de los pueblos, donde según él, las diferencias son parte del alma misma de un país.

Presidenta, la decisión no será fácil. Entiendo que usted no sólo se debe a sus convicciones personales de vida, sino que también debe responder antes los partidos que la apoyan, sus asesores, las encuestas y toda una estructura de poder que debe ser difícil de esquivar. ¡Pero vamos! yo sé que usted puede dar ese paso. Sería un gesto muy humano de su parte y temo no equivocarme al decir que la mayoría de los ciudadanos chilenos se lo agradecerán.

El señor Joignant señala que su presencia en la inauguración del memorial del senador Guzmán ayudaría a consagrarlo como una figura respetable y no como lo que realmente fue: el ideólogo de la segregación. Pero se olvida que cuando uno asiste a un funeral o a un homenaje, generalmente no se asiste para acompañar a un santo, más bien lo que se quiere es acompañar a un ser humano común y corriente, con sus aciertos y errores. Se acompaña más que nada porque el sentido común indica que algo bueno hizo por los demás, en algún momento de su vida y porque su historia fue marcada por hechos que él no eligió y que le tocó enfrentar; igual que cada uno de nosotros en nuestras vidas.

Con mucho cariño Presidenta…de un funcionario público que la admira y que le desea lo mejor.

Rolando Ritter Gallardo

viernes, agosto 08, 2008

Más que por la plata…por la historia.

Cuando supe que los Juegos Olímpicos se realizarían el Beijing, la primera reacción fue pensar cómo el mundo podía estar entregándole el honor de tal magno evento a un país que en el siglo XXI sigue violando los derechos humanos y manteniendo a gran parte de su población como si todavía estuviéramos en la Edad Media. Desde luego, estos fueron arranques y prejuicios occidentales que inundaron mi mente y que salieron en ese momento sin reflección.

Es cierto, tras la elección de Beijing hay criterios económicos, políticos y estratégicos. Por un lado, una organización internacional que necesita el financiamiento de un país rico y, por otro, ese mismo país que necesita mejorar su imagen en el contexto internacional. Pero dejando este escenario de lado ¿por qué deberíamos perdonar a China su actitud indolente frente a la pobreza, los derechos de sus trabajadores, el sufrimiento de naciones vecinas que ella ampara y a las cuales no ayuda cuando se derrumban en el caos político y social?. ¿Por qué deberíamos entregarle la organización del evento más universal que se organiza en la Tierra? Hoy me di cuenta de la respuesta.

Sencillamente porque el legado histórico y humano que nos ha entregado la milenaria nación asiática supera con creces los horrores que en su actualidad provoca y protege. Las ceremonias de inauguración sirven para que el país anfitrión recuerde al mundo su aporte a la humanidad, si lo tienen, o bien, aquello que están haciendo en la actualidad. Lo que presenciamos hoy en la madrugada fue sencillamente una lección de humildad para el mundo occidental. La ceremonia de inauguración no sólo fue asombrosa por la tecnología, el número de personas, los fuegos artificiales y la producción en general, sino que lo fue por su peso histórico. La imprenta, el papel, las matemáticas, la religión, la astronomía, el comercio, la ópera, la pintura, la arquitectura y los descubrimientos geográficos fueron sólo una parte del racconto al que nos sometieron los chinos , disfrazado de luces, tambores, trajes y cantos.

Soy un fanático del mundo occidental, de su legado histórico y los principios éticos, religiosos, políticos y sociales que nos caracterizan. Soy además un duro crítico de los fundamentalismos y la indiferencia oriental frente al tema de las libertadas, los derechos y la apertura comercial y cultura. Sin embargo, estoy seguro que el juicio histórico absolvería al gobierno chino de sus culpas, teniendo como atenuantes las enseñanzas de Confusio, el crecimiento del comercio gracias a la Ruta de la Seda, la belleza y majestuosidad de la Gran Muralla China y los Guerreros de Terracota, la delicadeza de la Ópera China, el profesionalismo del Circo y el Teatro, la genialidad de los descubridores de la imprenta y el papel y la grandiosidad de los mundos descubiertos gracias a la brújula.

¿Qué mostrará occidente el 2012? La historia nos ha tratado con más cariño que al resto del mundo. Los libros e Internet podrán mostrarnos cientos de documentos con sus aportes a la humanidad. Una buena manera de superar lo mostrado por nuestros hermanos asiáticos sería recordando al planeta “en lo que estamos hoy”.

En inversión, difícilmente podremos superarlos y en el peso histórico quedaríamos a la par. Pobre Londres, tiene una pega dificilísima.