Desde
Santiago sigo con mucho interés, a través de los portales web, el acontecer de
mi querida región de Magallanes y me lleno de orgullo cada vez que la
actualidad regional logra cautivar a la audiencia nacional, sobre todo para
destacar valores que caracterizan tanto a nuestra gente.
Ejemplo de aquello
fue la firme protesta por la problemática del gas en aquel verano de 2011 y el
aluvión de la zona céntrica de Punta Arenas producto de la crecida del Río de
las minas. En ambos casos dimos un
ejemplo claro de organización, unidad y un cariño incondicional a la tierra que
nos vio nacer.
En el caso
del gas, las imágenes, artículos de prensa y entrevistas que recorrían los medios
de comunicación del país daban cuenta de una región con coraje, que golpeó con fuerza la mesa cuando sintió
atropellados sus derechos. Aquellas banderas negras que llenaron la ciudad
llevaban la fuerza suficiente para transmitir el mensaje que se necesita en
aquel contexto. No obstante, no recuerdo
haber visto destrozos en la vía pública, ni atentados en las residencias de las
autoridades, ni nada parecido y, sin embargo, nos hicimos escuchar con fuerza.
La semana
pasada en cambio, pude apreciar la otra cara de la moneda. La epidemia social de la violencia alcanzó a
Magallanes. Ni la geografía, ni el
viento o el frío pudieron contra esta enfermedad que degrada hasta las causas
más nobles.
Las primeras
imágenes que revisé en la web mostraban a una treintena de perros muertos, envenenados
por inescrupulosos ciudadanos, que aprovechándose de una declaración del Obispo
Bastres, volcaron su toda su violencia contra estos animales.
Al día
siguiente, reviso nuevamente la prensa y veo con asombro a un grupo de personas
protestando arriba del altar de la Catedral y rompiendo cuanto pudieron
encontrar en su interior. Al final del día, estos fueron los hechos más comentados
en los programas radiales, la prensa y la opinión pública capitalina. La noticia de la defensa de los perros quedó
en un segundo lugar frente a los destrozos de la Iglesia, por culpa de algunos integrantes
de la comunidad animalista magallánica que se dejó manipular por la violencia, rebajando
y ensuciando su causa.
La violencia
es enemiga de los sueños, idearios o cruzadas porque hace creer a las personas que
a través de ella los mensajes serán más eficaces. Pero eso no es cierto. Es precisamente todo
lo contrario, porque sus consecuencias provocan que la atención cambie de foco
y esté centrada en devolver el orden y la seguridad.
No resido en
la región, sólo comparto la sensación que tiene alguien que se informa a la
distancia gracias a la web. Es probable
que los vecinos magallánicos tengan otra percepción. Pero por lo menos desde Santiago, luego de la
noticia del asalto a la Catedral, la causa animal desapareció de las portadas y
los defensores de animales se transformaron en vándalos, perdiendo
credibilidad, cobertura y legitimidad.