viernes, febrero 10, 2012

La agonía del C-H-I


González no sólo fue mejor que Massú en la cancha, sino que también lo fue a la hora de tomar sus decisiones. Lo más probable es que la semana pasada, en Viña del Mar, al ingresar a la cancha a jugar contra Joao Souza (108°), ya sabía que si perdía se retiraría del tenis. Y así fue.

Cada uno sabe dónde le aprieta el zapato. Y sin duda, González ya lo estaba sintiendo muy apretado. A los 31 años es difícil competir con los adolescentes de 20 que vienen con toda la energía y que centran su vida entera en el tenis. González lo sintió incluso antes de lesionarse y quién sabe si ya en aquel momento puso fecha de término a su carrera.

Lo bueno de su retiro abrupto, será que nos evitaremos el dolor de verlo perder con jugadores inferiores, sintiendo nostalgia de sus mejores tiempos. Nos evitará la pena de ver su agonía en la cancha o un porfiado intento de querer volver y volver, tal como lo hace su partner de toda la vida.

Prefiero recordarlo como en sus mejores tiempos, con su derecha imparable y su revés paralelo casi incontrolable. Prefiero recordarlo ganando ese partido contra Federer en el Torneo de Maestros y derrotar a Sampras y Agassi en canchas americanas. Prefiero recordarlo con sus medallas olímpicas y su final en el Abierto de Australia.

Una decisión como ésta es valiente, pero dolorosa. Y no sólo es dolorosa para él, sino que para todos los que sentimos que el C-H-I se escucha cada vez más lejos, casi agonizando. Es un luto que ya empezamos a vivir y que permanecerá hasta que el grito de la barra chilena no tenga a quién más animar en las canchas del tenis mundial.