miércoles, diciembre 15, 2010

Por favor, un poco más de cuidado en el lenguaje


Entiendo y comparto el fondo de varios de los argumentos que expone la Directora de la Junji, pero uno esperaría un lenguaje más cuidadoso por parte de una autoridad, cuando se refiere a una persona que está siendo procesada y más aún, cuando aparenta justificar sus actuaciones en creencias religiosas.

Lo que dijo Ximena Ossandón en Radio Cooperativa son precisamente esas cosas que un asesor comunicacional, aún con poca experiencia, debiera aconsejar a una autoridad no decir jamás. Primero, porque tienen un claro tenor religioso y personal y, segundo, porque atenta contra una inmensa mayoría de chilenos que no comparten el credo religioso de la autoridad y que al escuchar estos comentarios podrían llegar a pensar que las medidas que toma como autoridad, estarán siempre sesgadas por sus convicciones de fe, produciendo alejamiento, desconfianza y falta de legitimidad.

Me siento identificado con muchas convicciones señaladas por la Directora de la Junji, como por ejemplo, la idea de que vivimos bajo la convicción absoluta que el mal no existe y que todas nuestras acciones siempre tendrán una justificación positiva y legitima. Comparto también su reflexión respecto a que este relajo nos debilita como sociedad hasta llevarnos a relativizar conceptos básicos y esenciales para una vida más plena y fraterna. Coincido de igual forma en que cada día, cada uno de nosotros es tentado a hacer o dejar de hacer aquello que nos une, que nos acerca, nos salva y mantiene esperanzados. Hablamos más de la cuenta, insultamos, ignoramos, mentimos, discriminamos, dividimos, enfrentamos y regalamos un poco de nuestro tiempo al mal espíritu.

Estoy de acuerdo con esto, pero claramente me sentaría con la señora Ximena Ossandón y lo conversaría en torno a un buen café o en la sala de reuniones de mi parroquia más querida.

lunes, diciembre 13, 2010

Incendio en la Torre A


Con mucha tristeza observé por televisión el llanto y la desesperación de las madres y esposas de los chilenos privados de libertad que murieron en el incendio de la torre 5 de San Miguel. Muchos de ellos, por delitos que no merecían un castigo como ése. Me imaginaba qué tipo de lugar podríamos crear para mantenerlos por un tiempo entregándoles una buena rehabilitación y las herramientas para una reinserción de verdad.

Me imaginaba un lugar agradable, con buenas piezas, una sala de estar, una buena videoteca, salas de clases y buenos profesionales orientándolos en temas atingente a sus problemática. Me imaginaba un lugar que respetara su dignidad y la de sus familias, quienes pudieran comprobar que a su hijo lo tratan bien, a pesar de sus errores.

Asimismo, estoy convencido que estos lugares deben ser pensandos y construidos por profesionales ajenos al mundo delictual. No pueden haber tenido contacto con las semillas de odiosidad que genera el delito y que se encrusta en la piel y el corazón de las personas inocentes que han sido víctimas o han trabajado en la temática penal. Porque la semilla delictual apaga todo anhelo de justicia y piedad y lo transforma en venganza y odio, borrando todo rastro de respeto hacia el delincuente

Este fin de semana, días después de lamentar la muerte de 81 compatriotas que murieron quemados en la Cárcel, se me rompió en mil pedazos el sueño que con tanto respeto había construido para mis compatriotas internos. Hoy, no me atrevo a compartir el lugar en que desearía que estuviera aquel muchacho que este viernes abrió las puertas de la casa de un amigo y que luego de un rato lo cedó y le robó. La acción de este delincuente no hace más que aumentar el rezago que nuestra sociedad tiene con la población penal y aumenta las posibilidades de que los recursos que Chile maneja actualmente sigan teniendo como prioridad los recién nacidos, los adultos mayores, los profesores, los mineros, los discapacitados, la juventud y del Tata que vive bajo el Río Mapocho.

Hay mentes que no cambiarán, así se destruyan todas las cárceles del mundo y mueran quemados todos los internos.

miércoles, junio 02, 2010

Formar un equipo de trabajo eficiente es relativamente fácil cuando cada integrante hace lo que tiene que hacer ,en el mínimo tiempo y con los recursos diponibles. Pero formar un equipo de calidad humana es más complejo. Deben coincidir carácteres, personalidades, formas de ver la vida, historias y experiencias valoricas más o menos similares. Junto a Valeria, Adriana, Paulina, Carlos y Roberto logramos dar forma a un grupo de personas que se tomó el trabajo muy en serio, pero que también supo disfrutar de la amistad, la confianza y la complicidad que nace al plantear una relación más allá de lo laboral.

Hoy, este equipo se "desarma" para asumir nuevos proyectos en otras unidades de trabajo, sin embargo, los lazos que hemos construido permanecerán por mucho tiempo, porque lo que se construye sobre bases sólidas cuesta mucho que se derrumbe. Suerte a todos