miércoles, abril 09, 2008

Por qué entregar una beca en la Rucc

Cuando recién ingresamos a la Rucc en calidad de humildes mechones, mirábamos con inocencia y resignación cómo muchos de nuestros amigos e incluso nosotros mismos, con las monedas justas, hubiéramos querido acompañar al resto de los ruccanos a comerse un completito al Dieciocho, o ver alguna buena película al cine, quizás comprar alguna polerita o un pasaje para ir a la casa en bus. Pero gran parte de las monedas que enviaban los papás se iban en la mensualidad y quedaban sólo unas cuántas lucas para el mes, que servían para los pasajes de metro, el pan, leche y uno que otro paquete de galleta.


Mientras fuimos ruccanos nos enseñaron que debíamos ser profesionales al servicio de los demás, sin embargo el ritmo de trabajo y la vida misma hacen difícil involucrarse en algún proyecto social. No obstante, hoy tenemos la oportunidad de hacerlo con nuestra propia Residencia. Estoy seguro que las historias que ustedes recordarán tienen nombre y apellido, pero historias iguales siguen existiendo en Dieciocho 173 y tienen también un rostro. El paso que hemos dado permitirá que los primeros años universitarios de varios ruccanos y sus familias sean más alegres y tranquilos.

Queremos hacer de esta iniciativa, una propuesta abierta a todos lo ex residentes que quieran ir más allá del mero “SENTIRSE RUCCANO”; queremos de una vez por todas CONCRETAR el profundo cariño que tenemos hacia NUESTRA CASA.

El gesto que concretamos el jueves 3 de abril en la Rucc es un hito, un sueño, un proyecto hecho realidad. ¿Han pensado la cantidad de veces que nos sentamos a conversar sobre esta idea?. Deben haber sido muchas. Pero nunca es tarde para ayudar al prójimo. Estoy seguro muchachos que en sus corazones también tienen la sensación que lo que pasó aquel jueves 3 de abril en la Rucc es sólo el inicio de una gran obra.

Maestros ayer, hoy y siempre

Sin duda alguna una de las experiencias que más recuerdo de mis tiempos de ruccano, fue el tenis. La competencia que se generó fue altísima y la cantidad de jugadores que participó de esta instancia llegó a los 34 residentes. Fuimos afortunados porque nos tocó vivir el alza del tenis gracias al talento del Chino Ríos, lo que inevitablemente motivaba a tomar la raqueta y jugar. Pero además, la vida hizo coincidir a una generación de amigos que se entusiasmaron con la competencia y se la tomaron en serio. Organizamos un tour que contaba de aproximadamente 20 campeonatos al año y que finalizaba con un Master con los ocho mejores del año. Es cierto, el contexto tenístico chileno del momento ayudó a que el tenis prendiera en la Rucc, pero es justo decir que el entusiasmo lo puede tener cualquiera y no por eso jugar buen tenis. Estos muchachos tenían mucho talento y fueron perfeccionado sus técnicas hasta llegar a destronar a este servidor que actuó como motivador.

Pasados los años, ya todos ex residentes (pero ruccanos de corazón), nos hemos vuelto a reunir para rememorar aquellos campeonatos. Los ochos mejores de aquellos años volvimos a tomar la raqueta y probamos que todavía nos acordamos de algo. Sin embargo, este encuentro no fue casual. A lo largo de todos estos años hemos mantenido el contacto y este campeonato no es más que un broche de oro a nuestra amistad que tan fielmente se ha mantenido en el tiempo.

Por ahora, tenemos dos metas: jugar una vez al mes y organizar un campeonato en la cancha de nuestra Rucc, la misma que fue testigo de los cañonazos de Olivares, la regularidad de Gutiérrez, la muñeca de Riquelme, la tenacidad y fortaleza de Vidal, la técnica depurada de Bravo, el slice de Álvarez y la volea de Ritter. Maestros ayer hoy y siempre

Licencia para cambiar realidades

Por estos días Chile se ha transformado en escenografía para una nueva versión del clásico cinematográfico de James Bond, el Agente 007, el súper agente británico con licencia para matar. Los productores de la película han trasladado hasta el norte de nuestro país a gran parte de su elenco protagónico, vestuaristas, maquilladores, directores de fotografía, dobles y un ejército de utileros que se encargarán de transformar a nuestro país en Bolivia. Siempre habíamos escuchado hablar de la magia del cine, la misma que tantas veces nos hizo reír o llorar, la misma que nos ha transportado 10.000 años antes de Cristo o que nos ha hecho vivir las aventuras de Tierra Media. Hasta ahí no había problema. Pero cuando nos tocó entregar un pequeño aporte a esa magia, nos cambió la cara y ahora ya no la encontramos tan entretenido.

Se han preguntado la cantidad de veces que hemos visto una película creyendo que estamos en los Alpes Suizos, cuando en realidad la imagen está grabada en los Alpes austriacos, franceses o italianos. O las oportunidades en que nos han dicho que las imágenes son del Desierto del Sahara cuando en realidad es el de Nigeria, el de Kalahari o Gobi. La inmensidad de ocasiones en que se supone que estamos rodeados de los hielos del Polo Norte y la verdad es que es un Lago congelado en Suecia, Noruega o Finlandia. Hay dos aspectos que los países han considerado para no llegar a las ofensas o a las armas cuando el cine muestra algo que no es. En primer lugar, la aceptación de que el cine tiene la licencia de cambiar realidades, identidades y paisajes para crear mundos que de otra manera sólo hubiesen quedado en nuestras mentes. Y, en segundo lugar, la concepción pragmática de que el cine donde pone sus pies deja alguna ganancia.

Si queremos ver a Chile próspero, exitoso y moderno, debemos aceptar la diversificación de sus fuentes de recursos. Es necesario ser visionario, innovador y abierto a las múltiples posibilidades de desarrollo que entrega el mundo de hoy. Una de ellas es el cine. No seremos los primeros exportadores de películas, pero bien podríamos trabajar para aprovechar nuestros variados paisajes y transformarlos en escenarios apropiados para muchas historias. La pregunta es, en situaciones como esta ¿hay lugar para tontos nacionalismos?, pareciera que no.