Cuando recién ingresamos a la Rucc en calidad de humildes mechones, mirábamos con inocencia y resignación cómo muchos de nuestros amigos e incluso nosotros mismos, con las monedas justas, hubiéramos querido acompañar al resto de los ruccanos a comerse un completito al Dieciocho, o ver alguna buena película al cine, quizás comprar alguna polerita o un pasaje para ir a la casa en bus. Pero gran parte de las monedas que enviaban los papás se iban en la mensualidad y quedaban sólo unas cuántas lucas para el mes, que servían para los pasajes de metro, el pan, leche y uno que otro paquete de galleta.
Mientras fuimos ruccanos nos enseñaron que debíamos ser profesionales al servicio de los demás, sin embargo el ritmo de trabajo y la vida misma hacen difícil involucrarse en algún proyecto social. No obstante, hoy tenemos la oportunidad de hacerlo con nuestra propia Residencia. Estoy seguro que las historias que ustedes recordarán tienen nombre y apellido, pero historias iguales siguen existiendo en Dieciocho 173 y tienen también un rostro. El paso que hemos dado permitirá que los primeros años universitarios de varios ruccanos y sus familias sean más alegres y tranquilos.
Queremos hacer de esta iniciativa, una propuesta abierta a todos lo ex residentes que quieran ir más allá del mero “SENTIRSE RUCCANO”; queremos de una vez por todas CONCRETAR el profundo cariño que tenemos hacia NUESTRA CASA.
El gesto que concretamos el jueves 3 de abril en la Rucc es un hito, un sueño, un proyecto hecho realidad. ¿Han pensado la cantidad de veces que nos sentamos a conversar sobre esta idea?. Deben haber sido muchas. Pero nunca es tarde para ayudar al prójimo. Estoy seguro muchachos que en sus corazones también tienen la sensación que lo que pasó aquel jueves 3 de abril en la Rucc es sólo el inicio de una gran obra.
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