Dondequiera que nos encontremos, los
magallánicos siempre caminamos con orgullo luciendo nuestra bandera regional. No poseemos el per cápita de algunas regiones
del norte, ni el clima de la zona central, mucho menos tenemos los mágicos bosques del sur de nuestro país. Pero sí
tenemos identidad.
La razón por la cual los
magallánicos somos tan magallánicos es difícil de analizar. Podríamos buscar razones históricas, de
tradición familiar o geográficas, sin embargo, lo único cierto es que amamos a nuestra
tierra y sentimos la necesidad de compartirlo con los demás.
Los Magallánicos hemos transformado
pequeños regalos de la naturaleza en nuestros grandes tesoros. El viento, la nieve, los días eternos del
verano, el estrecho, las nubes y sus mil formas, nuestras ovejas y guanacos, la
pampa, la inclemencia del tiempo y nuestra lejanía, todo esto ha sido siempre
para nosotros una verdadera maravilla.
Por esta razón, si bien la designación de Torres del Paine como la Octava Maravilla del Mundo nos llena felicidad, para los magallánicos no es más que una ratificación de aquello que percibimos desde que nacemos, esto es, que vivimos en una región muy especial.