miércoles, agosto 19, 2009

Transmitiendo en frecuencias diferentes


Visitar el Centro Cultural Palacio La Moneda, es caminar por una obra increíble que representa muy bien el progreso y la preocupación por la cultura, en un país como el nuestro, que ha hecho las cosas bien y que ha comenzado a relevar aspectos de la vida que antes no eran prioritarios.

En el área denominada Artesanías de Chile, está montada la exposición “Manos de la memoria, Artesanía patrimonial mapuche” Al recorrerla, sorprende la elegancia, los detalles y la delicadeza con que son presentadas las distintas piezas que pertenecen a diversos oficios como la textilería y orfebrería. Todo este ambiente entrega al visitante la percepción de un Chile que admira profundamente la cultura de sus antepasados y sus pueblos originarios.

Sin embargo, en la noche, los noticiarios parecieran mostrarnos la otra realidad. Allí se pueden ver con tristeza las imágenes del funeral del joven mapuche Jaime Facundo Mendoza Collío, muerto producto de un disparo efectuado por un funcionario de Carabineros, durante el desalojo de un fundo en La Araucanía.

No deja de ser contradictorio que en aquel moderno museo de nuestra capital se exhiban con orgullo y elegancia los símbolos de un pueblo con el cual, al mismo tiempo, en el sur de nuestro país, se realizan pequeñas batallas fraticidas, que hacen que esa fina muestra cultural pierda todo su esplendor y, porque no decirlo, su legitimidad.

Es cierto, hemos avanzado mucho, actualmente las comunidades mapuches reciben becas, subsidios especiales y tierras, se entregan programas para el fomento productivo y se aprueban convenios internacionales para el respecto de sus derechos más esenciales. Pero existe una interferencia, un ruido comunicacional en el diálogo entre los chilenos de hoy y nuestros pueblos originarios. No estamos transmitiendo en la misma frecuencia y esto nos impide entender a cabalidad qué es lo que ellos verdaderamente necesitan para vivir en paz.


No se trata de desmerecer aquella increíble muestra. Los diseñadores, historiadores y empresarios que trabajaron en ella merecen toda la admiración, pero está claro que mientras seamos testigos de más muertes, irremediablemente, al salir de aquella exposición, saldrán con la sensación de que algo todavía no engancha bien.