viernes, octubre 24, 2008

Burla con resultado de muerte

Desde que se anunció la llegada de Sakarach a nuestro país, se levantaron las voces exigiendo un castigo ejemplar para uno de los delincuentes más odiados de la historia chilena. Una de las principales críticas se generó a partir del miserable televisor que tendrá en su celda y que podrá encender para ver algún noticiario, novela o partido de fútbol.

Muchas personas creen que para que las cárceles cumplan su cometido deben ser una especie de mazmorra, catacumba, un infierno de ladrillo. Lugares con poca luz, una cama dura, baños podridos y olor a humedad. La sociedad ha asumido que el castigo consiste en mantener al delincuente en las peores condiciones posibles, sobreviviendo con lo mínimo, viendo cómo se van consumiendo de a poco sus fuerzas, sus músculos, su forma. Pero, lo cierto es que la verdadera sanción es otra. Una que sólo la percibe el afectado, que cala lo más profundo del ser humano, que va carcomiendo la dignidad, la percepción de ser persona, que destruye la lógica de la vida en sociedad, la conciencia del otro, el don de la palabra, del intercambio de ideas, la capacidad para entregar cariño, para decir te quiero, gracias o regalar un simple hola. Un castigo que denigra, que duele y que enferma lentamente. Un castigo tal, que al lado de él, la oscuridad, el encierro, la comida de segunda clase y la podredumbre del lugar resultan sólo un detalle.

La verdadera sanción es la pérdida de libertad. Les propongo hacer un ejercicio mental. Imagínense solos, encerrados en sus casas por una semana, con prohibición absoluta de salir. Con todas sus comodidades, alimentos, cama, baño, televisión, radio, ventanas, ropa, plantas que regar, etc, y a pesar de todo aquello ¿Podrían soportar este tiempo sin ver a la gente que quieren, a sus amigos, sin comprar en el almacén de la esquina, sin dar de comida al perrito, ir al trabajo, al cine, sin comprar el diario del día, sin poder comunicarse con su esposo, hijos o padres? La mayoría coincidiremos en que es una situación desesperante.

Desde esta perspectiva, ¿el televisor tiene alguna importancia? ¿la TV atenúa el efecto de la sanción? Me atrevería a decir que no y que con el tiempo lo hará sufrir aún más. A través de las pantallas verá un mundo que se burlará de él, invitándolo a una fiesta de la que no podrá participar, una burla con resultado de muerte. En la actualidad, perder la libertad es inmensamente más doloroso que en el pasado, porque hoy vivimos en una sociedad que nos bombardea con invitaciones para salir, viajar, comprar, experimentar, arriesgar, leer, ver, compartir, es un mundo de interdependencia, de estar con el otro y, perdónenme la franqueza, pero hasta para ser antisocial se necesita otro al cual hacer sufrir. Rafael Maureira Trujillo, Sakarach, este hombre enfermo y condenado a la soledad, ni siquiera podrá hacer lo que mejor sabía hacer: delinquir




lunes, octubre 06, 2008