El Instituto
Nacional de la Juventud (Injuv) dio a conocer una gran noticia. En 119 comunas del país, los jóvenes que podrían sufragar
gracias al voto voluntario, superarían en número la votación que sacó el actual
alcalde, señal clara para entender los cambios concretos que podrían generar en
el ámbito político y, a partir de ahí, en el ámbito social.
Aquellos que
piensan que los cambios se producen desde la calle están muy equivocados.
Lo cierto es que ése es un primero paso, pero el verdadero botón de cambio se
aprieta sufragando. Y si me apuran, diría que comienza antes, con la
búsqueda de un líder que represente sus ideas, con el trabajo reflexivo para construir
un programa, para luego continuar con la difusión de las ideas y la conquista
de más adherentes. Llega el momento en que la demanda no puede ser
etérea, sino que debe tener un rostro, una ruta, un itinerario. Los cambios y derechos pueden gritarse en las
calles, pero sin responsabilidad y organización son meros aullidos que se lleva
el viento.
Por imperfectas
que sean las democracias y sobre todo en sociedades como la nuestra, con
tradición legalista y procedimental, las marchas en la calles, por
multitudinarias que sean, no generan cambios si no van acompañadas de un
proyecto, un partido y un líder. Esta es una estructura que los jóvenes
aún no reconocen, ya sea por ignorancia, resentimiento o porque están
defraudados.
Vivir en
democracia y mantenerla no es fácil. Cualquiera de sus pilares tendrá que trabajar y muy duro. Ya sea el gobierno, la oposición o los movimientos sociales, todos deberán hacer algo más que vociferar sus logros o demandas para cumplir con sus objetivos
Qué duda cabe que los jóvenes hicieron también democracia marchando en las calles. Pero democracia también es pensar, reflexionar, analizar alternativas, pensar desde el otro y no solamente verse el ombligo. Es convencer, pero también ceder y reconocer parte de la verdad en el oponente. Pero sobre todo, es trabajo y más trabajo.
Qué duda cabe que los jóvenes hicieron también democracia marchando en las calles. Pero democracia también es pensar, reflexionar, analizar alternativas, pensar desde el otro y no solamente verse el ombligo. Es convencer, pero también ceder y reconocer parte de la verdad en el oponente. Pero sobre todo, es trabajo y más trabajo.
De cara a
las elecciones municipales y frente a la gran oportunidad de aumentar la participación a través de la inscripción automática y voto voluntario, surgen algunas preguntas, ¿Están preparados los
jóvenes para seguir apoyando sus demandas ahora en el plano político? ¿estarán
conscientes que el trabajo aún no termina? ¿dejarán huérfanas a sus
demandas por flojera y falta de organización? ¿tendrán presente que el llamado
que han hecho algunos jóvenes a no votar es un disparo en los pies? ¿habrán entendido que el trabajo de exigir un derecho es más que gritar? ¿Estarán
conscientes que nadie va a tomar su bandera si no son ellos mismos?
¿Estarán esperando que sean sus padres los que voten por ellos?
Las encuestas más optimistas señalan que votarán cerca de 1
millón de jóvenes menores de 29 años, de los 3 millones con derecho a
sufragar. Pésima señal, si lo que esperan es modificar el sistema
político. Ojalá estos pronósticos estén equivocados.
Estos comicios
municipales no sólo serán una prueba para medir fuerzas entre gobierno y
oposición, sino que también para ver qué tan comprometidos están los jóvenes
con su país y con sus propias demandas.
Marchar no fue
gratis. No lo digo por las clases que tuvieron que recuperar, sino porque
el domingo 28 de octubre los jóvenes serán los invitados principales de nuestra
fiesta cívica y todos esperamos que su participación esté a la altura.