martes, agosto 27, 2013

Educar en la gratuidad






Cuando año tras año las encuestas nos alertan sobre  la crisis de participación existente entre nuestros jóvenes, la primera pregunta que nos hacemos es qué les pasa a estos chiquillos que no están ni ahí con nada.


Sin embargo, y como casi todas las respuestas referidas a nuestros jóvenes y adolescentes,  la explicación hay que buscarla en la familia.


Los padres de hoy son incapaces de resistir la  presión social que obliga a criar a niños y niñas exitosos y con las herramientas necesarias para enfrentar un mundo exigente, donde el slogan es sálvese quien pueda.  La embestida de este mensaje es tan potente que no hay contexto social que sea capaz de contenerlo y lentamente va guiando las conductas adoptadas por los padres al educar a sus hijos.


Lo verdaderamente cruel de esta consigna es que ha creado la imagen del niño ideal que debe aprender inglés desde pequeño y que debe familiarizarse rápidamente con las tecnologías de información. El niño debe aprender un instrumento o participar en el equipo de baby de su colegio.  En este contexto, de una u otra forma, todo lo que aprende implica una retribución, ya sea porque adquiere alguna habilidad o destreza o porque al final del día recibirá un premio o ganancia.


Así las cosas, este pequeño ser humano es presa fácil del individualismo y, por lo tanto, candidato seguro a ser un ciudadano inconformista, envidioso y sin un ápice de compromiso social.  Acostumbrado a recibir siempre algo a cambio, no entenderá jamás por qué tiene que levantare temprano a votar para las elecciones o cuál es el sentido de entregar un par de horas a la semana para hacer algún voluntariado. Mucho menos comprenderá por qué no hay que botar un papel en la calle o por qué no tienen que destruir un parque o un kiosco cuando quiere exigir algo del Estado.


Los resultados de la 7° Encuesta del Instituto Nacional de la Juventud (Injuv) entregaron desalentadores resultados respecto al nivel de participación de los jóvenes, indicando que el 81% está poco o nada interesado en política.  Por otro lado, se acaban de conocer los resultados del Séptimo Estudio Nacional de Voluntariado que señaló que a nivel nacional, sólo el 6% de los consultados asegura dedicar tiempo a acciones de voluntariado.


Es urgente que así como los padres se preocupan de que sus hijos desde pequeños aprendan un segundo idioma y estén al día con las tecnologías de punta,  se esfuercen también porque vayan incorporando el valor de la gratuidad, la participación y la responsabilidad social, lo que implica ir un poco más allá de la integración en grupos deportivos, cursos formativos y experiencias que impliquen algún tipo de retribución personal.


Ayudar por ayudar.  Ayudar sin esperar nada a cambio.  Dar la mano al que más lo necesita o  participar para construir un país mejor.  Poner los talentos al servicio de los demás.  Ponerse en el lugar del prójimo.  Estos son los mensajes que hay que inculcar desde pequeños.  Es cierto, es un entrenamiento complejo en el mundo actual, pero sin duda, si los papás y mamás enseñan con su propio ejemplo, verán que con la misma facilidad con que un niño aprende las canciones en inglés o genera  su perfil en facebook, asimismo, aprenderá a encontrar sentido a la participación y la gratuidad. 


No estoy muy de acuerdo con el dicho “La mejor herencia que le puede dejar un padre a su hijo es la educación”.  Yo diría más bien que la mejor herencia que le puede dejar  es aprender a gozar de las cosas sencillas de la vida, entre ellas, ayudar sin esperar nada a cambio.





viernes, agosto 16, 2013

Memoria llena






Se acaba de estrenar con mucho éxito en Chilevisión  el programa “Imágenes Prohibidas”, conducido por el  actor Benjamín Vicuña. Una producción que a través de testimonios e imágenes pretende contarnos alguna novedad respecto a lo acontecido durante la dictadura militar.

Lo cierto es que de novedoso no tiene absolutamente nada.  La triste historia de aquellos años está más que sabida.  Podrán estrenar una que otra imagen y obtener uno que otro testimonio nuevo,  pero la verdad es que la cantidad de literatura, museos, películas, documentales, charlas, columnas de opinión, juicios e informes que se han publicado, convierten a dicho programa en una pieza más del inmenso archivo personal que cada chileno atesora respecto a aquellos tristes años.

Les adelanto además que el resto de los canales también preparan su parrilla programática con producciones del mismo corte.  "Los mil días" de canal 13, "Declaración" y el documental "1973, el año que cambió nuestras vidas" de TVN, se sumarán a las producciones con las cuales la televisión se empeña en seguir por el camino fáci contando más de lo mismo y evadiendo la porción de responsabilidad que tiene en contribuir a hacer de Chile un país más fraterno.

Transcurridas 4 décadas, uno esperaría un trabajo más reflexivo y positivo por parte de la televisión chilena.  La presentación de nombres e imágenes ocultas no aportan nada a nuestra memoria histórica que, luego de tantos años, ya está llena.  Recordar la tristeza de aquellos días no tiene nada de novedoso, todo lo contrario, es redundar en una historia que ya todos conocemos, con la agravante de despertar odiosidades y duelos que ya empezaban a decantar.

Después de períodos críticos y violentos experimentados en un país llega el momento de decir basta.  Basta de seguir alimentando el rencor y basta de mirar hacia atrás.  No se trata de olvidar, cada uno sabe que hay hechos que el alma jamás puede borrar, pero sí me parece que debiéramos ser más generosos con nuestros niños y jóvenes que no merecen heredar un país lleno de odio.

A 40 años del golpe militar lo que realmente necesitamos no es un programa de televisión que nos recuerde cómo fue posible odiarnos tanto, sino uno que nos muestre cómo logramos construir entre todos, después de vivir entre tanta violencia,  un país que no sólo entrega tranquilidad a sus ciudadanos, sino que además acoge a cientos de extranjeros que buscan la paz y la seguridad que no han encontrado en su tierra natal.

Desde luego, hago una apuesta arriesgada con esta columna.  No sé cómo terminará el programa de Vicuña  y no conozco el contenido de los que todavía no salen al aire, pero sus nombres ya huelen a un eterno viaja el pasado sin pasajes de regreso.  Espero de verdad estar equivocado.

Queda  la impresión que las imágenes realmente prohibidas son aquellas que muestran el Chile que ha sido capaz de abrazar el bienestar, la paz y una progresiva reconciliación.   Pero estas imágenes no venden y no generan polémica. Lo paradójico hoy es que pretendamos conmemorar avergonzados del país que todos hemos logrado construir y sintamos una especie de orgullo patrio por un período que despertó lo peor de lo nuestro.