
La bandera azul y amarillo que tanto caracteriza a los magallánicos, cobra hoy más legitimidad que nunca, porque de alguna manera el atropello que sentimos por el tema del gas, lo hemos sentido a lo largo de nuestra historia regional.
En Magallanes existe la historia colectiva de que si las naves holandesas hubiesen arrivado antes que Hernando de Magallanes al Estrecho el año 1521, hoy estaríamos escribiendo una historia muy distinta. Seríamos una colonia europea, con un percápita sobre los 40 mil dólares, miembros de la Comunidad Europea y más de alguna garantía para visitar el Viejo Continente varias veces al año, haciendo casi imperceptible la distancia sideral que nos separa de las grandes ciudades.
Por el contrario, la primera bandera que flameó a la orilla del Estrecho fue la Chilena y, como consecuencia, nos ha tocado seguir la suerte de nuestro país, con todas las limitaciones que esto ha significado y que pocas veces ha implicado alguna garantía para los ciudadanos comunes y corrientes de la región.
Jamás hemos recibido apoyos importantes en temas de trasporte, educación, salud, alimentación, vestuario. El país entero ha asumido que la riqueza de la región es tan inmensa que no hace falta ayudarnos más y que todos los habitantes son estancieros millonarios que no requieren subsidio alguno. Sin embargo, no hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que ésta no es la realidad y que el aumento del 20% en el valor del gas tendrá graves consecuencias para cientos de familias de clase media y más vulnerables.
Cada vez que viajo a mi región, persivo con mucha tristeza que son más los magallánicos que añoran abandonar la región y gozar de los beneficios que tiene el resto de Chile. Los estudiantes universitarios viajan a otras regiones, los jubilados reúnen sus pesos y parten a la V región, los médicos, abogados e ingenieros se fijan en los mercados laborales del “norte” y hasta el magallánico de corazón, aquél que valoraba la tranquilidad como un bien insustituible, ahora también mira con algo de envidia a los nortinos.
En días como estos, en que pareciera que a nuestras autoridades se les olvida mirar el mapa y reconocer la compleja realidad magallánica, con gusto haría una reverencia a la reina Beatriz de Holanda.
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