
El señor Karadima ha sido condenado por tres delitos, pero claramente el más grave dice relación con el abuso de menores. Este es un hecho que no tiene justificación y cuyas consecuencias van más allá de los querellantes.
En este triste episodio que atormenta a mi Iglesia hay víctimas directas, con nombre y apellido y, se sospecha, que hay otros tantos que nunca contarán su verdad. Pero también hay otras víctimas anónimas que si bien no han sufrido las consecuencias de la debilidad del cura Karadima, sí han sufrido una herida profunda en sus corazones y en su fe.
Esta inmensa comunidad de jóvenes, adultos y ancianos católicos han sido torturados en su alma, debiendo escuchar día a día una verdad que ensucia y agrede la institución que siempre los ha acogido y debiendo además soportar el gozo de quienes tanto disfrutan con las debilidades de la Iglesia.
Qué le decimos ahora a la abuela que domingo a domingo, fielmente concurría a la Iglesia para escuchar la prédica de Karadima. Cómo hacemos para que esta señora que vive sus últimos años, no sienta que vivió siempre engañada por los sacerdotes en quien confió sus debilidades, alegrías y enfermedades.
Qué les decimos a los adultos, padres y madres, que con esfuerzos sobrehumanos tratan de enseñar a sus hijos los más nobles principios cristianos. Ahora que ellos mismos ven tambalear sus confianzas, qué herramientas les damos para perseverar en esta misión.
Qué les decimos a los jóvenes, con qué credibilidad nos paramos frente a ellos para invitarlos a vivir en comunidad, para decirles que la Iglesia es más que un montón de lindos edificios históricos, lleno de reliquias y santos. Cómo defendemos frente a ellos a nuestros curas y monjas.
El señor Karadima se retirará a orar para reconciliarse con él mismo y tratar de morir en paz. Seguramente lo hará a algún apacible lugar en Chile o algún soñado monasterio europeo. Mientras realiza su terapia, nos deja un montón de huérfanos en la fe buscando un sentido de transcendencia en otras religiones o aprovechando de dar un paseo por el yoga, tai- chi o Reiki.
Este es el delito que no se castiga en ningún código canónico. Porque con todo lo que ayudó a la Iglesia en sus mejores años como párroco de El Bosque, no le alcanza para pagar el daño que nos ha causado y ni siquiera le alcanzarìa rezando mil Avemaría y 5 mil Padrenuestro.