
Juntos hemos hablado de muchos temas. Hemos reído y llorado. Nos conocemos bien. Sabemos a quién tenemos al frente. Por eso, me atrevo a decirles esto. Tómenlo como de quien viene. Alguien que habla desde la vereda de los sentimientos. Con la subjetividad del que sólo conoce la teoría y no la práctica. Pero alguien que las admira, respeta y quiere.
A ustedes quiero decirles que no las culparía por elegir su propia vida por sobre la vida del ser que está por nacer. Quiero que sepan que entendería si quisieran permanecer en este mundo porque saben que no soportarían la inmensidad del paraíso sin su compañero. Porque no aguantarían sin abrazarlo y besarlo. Porque extrañarían a la persona que les permite vivir a plenitud.
Sepan que las entendería, si me dicen que a pesar de sentir los latidos de su hijo en el vientre, prefieren seguir acurrucando en la noches al hijo que ya tienen. Que desean levantarlo en las mañanas y rezar junto a él antes de dormir. Que quieren ver cómo crece y cómo comienza a descubrir la vida junto a sus amigos. Qué desean tomar en sus brazos a los hijos de sus hijos.
No tengan miedo de reconocer que de ustedes aún dependen varias personas. Que sin ustedes, su compañero, sus hijos y sus padres morirían en vida. No tengan miedo de reconocer que son luz y camino para cada uno de ellos.
Simplemente quiero que ustedes puedan elegir en libertad, sin la presión de una ley que las apunte con el dedo porque han optado por seguir viviendo, por seguir amando, criando y teniendo esperanza de que la vida les puede dar otra oportunidad.
Perdonen si no logro encontrar en el sufrimiento una forma de redención. Disculpen si no puedo evitar ver en sus rostros el valor más importante a defender. Sencillamente, no quiero que en Chile exista una norma que las trate como terroristas de la vida, por el hecho de sentir que todavía pueden seguir amando.
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